El Francotirarock y una despedida de soltero en barco velero

El fin de semana pasado, Álex Clavero asistió a una despedida de soltero y, para la ocasión, alquilaron un barco velero en el Mediterráneo. “¡Sí amigos, lo estáis flipando, pero sí, todavía hay gente que celebra despedidas de soltero!”, exclamó el monologuista, reflejando la sorpresa y entusiasmo que sentía por esta experiencia poco convencional.

Para Clavero, la idea de navegar en un velero tenía un atractivo particular en la era de las redes sociales. “A mí me pareció guay, porque digo ya tengo mi foto de postureo para el verano. ¡Si no pones foto en un barco te echan de Instagram! ¡Te botan!”, comentó. Esta declaración destaca la importancia que la sociedad moderna otorga a las imágenes perfectas y a la presencia en plataformas como Instagram, donde una foto en un velero simboliza éxito y un estilo de vida deseable.

Más allá de las redes sociales, Clavero, como muchos padres, veía en esta escapada una valiosa oportunidad para desconectar de las responsabilidades diarias y disfrutar de un momento de libertad. “A los que somos padres nos parece bien porque cualquier excusa es buena para salir de casa y liarla. Pues no me he visto yo veces en la puerta de una discoteca con los colegas diciendo: ¡Madre mía, cómo se nos ha ido de las manos el quinto cumpleaños de tu hijo!”, recordó con humor. Esta observación resuena con muchos padres que encuentran en las despedidas de soltero una oportunidad para revivir momentos de juventud y diversión desenfrenada.

La planificación del evento fue sencilla pero prometía diversión: un velero en Málaga, dos palés de cerveza, copas, música y algo de comida. “Salimos del puerto con un buen rollo… A los 15 minutos de travesía ya habían potado tres. Había mala mar… Lo de ‘ME CAGO EN LA MAR’ es por esto, te cagas, te potas”, relató Clavero. Aquí, la realidad de la navegación en mar abierto contrastó bruscamente con las expectativas iniciales. El mareo y el malestar no tardaron en afectar a varios miembros del grupo, convirtiendo lo que debía ser una travesía placentera en una experiencia físicamente desafiante.

“La Popa y la proa estaban ahí… El barco parecía un castillo con gárgolas”, describió Clavero, utilizando una vívida metáfora para transmitir la sensación de caos y desorden a bordo. La falta de familiaridad con el mar también jugó un papel importante en la experiencia: “Nosotros, que somos de interior… No sabemos de la mar. Si estuvimos todo el viaje pensando que había una muchacha de Cádiz porque los dos patrones no dejaban de hablar de la quilla. Digo, creo que es la guitarrista de la Mari de Chambao!”, bromeó Clavero, subrayando el desconcierto general del grupo.

Incluso las instrucciones del capitán se prestaron a malentendidos cómicos. “Te lo juro que cuando el capitán nos dijo: cuidado con los tropezones, no sabía que era tan literal. Pensé que se refería a las cuerdas y no a los de la patata brava!!!”, exclamó Clavero.

Además de los desafíos a bordo, el agua del Mediterráneo resultó ser inesperadamente fría. “En Málaga… Por eso se les llama así, porque te metes en el agua y te quedas boquerón! Dijimos por qué no volvemos al puerto y nos calentamos con el vino…”, dijo Clavero. La decisión de regresar al puerto marcó el fin de la travesía marítima y el comienzo de una fiesta en tierra firme.

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