El Francotirarock y el futbito con el Mikasa

Álex Clavero hace una reflexión sobre el deporte que marcó a una generación y cómo los balones podían ser más peligrosos que ir en bici sin casco

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¿No piensas que hay deportes de nuestra infancia que han desaparecido? Uno de los más emblemáticos de aquellos días era el futbito. No era fútbol, ni fútbol 7, ni fútbol sala, sino una mezcla de los tres con sus propias reglas, o más bien, sin ninguna. Álex Clavero lo define perfectamente: "El futbito era jugar en un campo de fútbol sala con un balón de fútbol durante 7 horas... ¿Cuántos jugadores por equipo? Todos los niños que fuésemos divididos por dos. ¿Qué éramos 30 niños? 15 contra 15, ¿que éramos 6 niños? Pues 3 contra 3 y portero delantero". La flexibilidad del número de jugadores era una de las características más peculiares de este deporte. Si no había nadie más para jugar, siempre estaba la opción de pegarle patadas a la portería en solitario, lo cual, según Clavero, le valió el apodo de "el italiano", ya que siempre jugaba "mu solini".

El futbito era un deporte de barrio, de esos donde no hacía falta una equipación especial. "Ahora los equipos de fútbol tienen primera, segunda y tercera equipación para que no se confundan los colores con los del rival. Cuando jugábamos al futbito en el barrio éramos 12 niños todos con la camiseta que regalaban con el Cola Cao y no se confundía nadie". A veces, si uno tenía suerte, jugaba con la camiseta de su equipo favorito, que seguramente le habrían traído los Reyes Magos. La escena era pintoresca y divertida según Clavero: "En el patio de mi colegio yo vi centrar a uno del Barça, rematar uno del Madrid y no fue gol porque hizo un paradón uno de los Lakers". Esos momentos donde la imaginación rompía todas las barreras de lo lógico son parte de lo que hacía especial el futbito.

Otro elemento ineludible en esos juegos era el balón. Los niños de hoy tal vez no comprendan lo que significaba jugar con un Mikasa, un balón tan duro que parecía diseñado para la demolición de edificios. "Ahora los balones están blandos, cuando yo era pequeño jugábamos con un balón que eso era una bola de demolición para derribar edificios, ¡yo creo que por eso ponía 'Mi-kasa'!", recuerda Clavero. Le dábamos patadas como si no pasara nada, pero un cabezazo mal dado podía tener consecuencias serias. "Yo nunca entendí por qué nuestros padres nos dejaban rematar de cabeza con ese balón y luego para andar en bici nos ponían casco. Si el daño ya estaba hecho", bromea, refiriéndose a su amigo Jaime, que tras un cabezazo con el Mikasa estuvo tres meses diciendo que Kiss eran mejores que AC/DC.

Pero el futbito no solo era dureza y diversión, también era un deporte con reglas flexibles, hechas para mantener el equilibrio. Si un equipo ganaba por una goleada, los niños aplicaban su propia justicia redistribuyendo a los jugadores: "Había veces que estábamos jugando 5 contra 5, un equipo ganaba 6-0 y alguien decía 'esto está muy desigual, dadnos a Paco y os damos nosotros a Jorge' y se igualaba la cosa". En un giro cómico, Clavero confiesa que en realidad quien acababa en ese tipo de trueques era él mismo: "La realidad es que el equipo que iba ganando 6-0 decía, os damos a Paco y vosotros nos dais a Clavero. ¿Y por qué Clavero tiene que seguir jugando? Porque es el hijo del alcalde". Esa era otra de las características del futbito: el dueño del balón o el hijo del alcalde, por más mal que jugara, siempre tenía un lugar asegurado en el campo y hasta tiraba los penaltis.

Clavero se pregunta cómo sería aplicar esta regla de intercambio de jugadores en el fútbol profesional: "Como molaría que se hiciese eso en primera división… que vaya el Valladolid perdiendo 4-0 contra el Barça y decirles 'dadnos a Lamine Yamal y os damos nosotros a Kennedy'". Aunque claro, sugiere que el resultado quizás no cambie tanto: "Kennedy es un jugador del Valladolid, lo ves y piensas 'se llama Kennedy porque le ves jugar y te explota la cabeza'".

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